" SEÑOR, ENSEÑANOS A ORAR "
“Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar y, cuando terminó, uno
de sus discípulos le dijo: ‘Señor, enséñanos a orar, como también Juan
enseñó a sus discípulos’ ” (Lucas 11:1).
¿Te has preguntado alguna vez cómo oraba Jesús? ¿Te gustaría escuchar
sus oraciones sin ser visto una de aquellas madrugadas que él pasaba a
solas con Dios? Conocemos algunas de sus oraciones, pero no tenemos de
ellas más que unas cuantas palabras que los evangelistas nos han
transmitido. Los discípulos “habían estado alejados por corto tiempo de
su Señor y, al volver, lo encontraron absorto en comunión con Dios. Como
si no percibiese su presencia, él continuó orando en voz alta. Su
rostro irradiaba un resplandor celestial. Parecía estar en la misma
presencia del Invisible; había un poder viviente en sus palabras, como
si hablara con Dios” (La oración, p. 345). Cuando hubo terminado,
profundamente impresionados, exclamaron: “Señor, enséñanos a orar”.
Según el evangelista Lucas, así nació el Padrenuestro, como una
respuesta a esta petición de los discípulos.
Todos admiramos el
ministerio de Cristo y nos preguntamos cómo y dónde encontró el poder
indiscutible de su vida. Elena de White nos dice: “La vida terrenal del
Salvador fue una vida de comunión con la naturaleza y con Dios. En esta
comunión nos reveló el secreto de una vida llena de poder” (El
ministerio de curación, p. 33).
En efecto, cada vez que el
Salvador tuvo que afrontar una circunstancia difícil, los evangelios nos
lo presentan de rodillas ante el Padre. Para él, la oración era mucho
más que una práctica religiosa piadosa, más que un convencionalismo
formal del lenguaje espiritual, más que un instrumento de comunicación
con Dios. La oración es la esencia de la religión misma, no un medio,
sino un fin, la llave de la relación del creyente con Dios, el aliento
del alma, la fuente del poder espiritual.
Estando en este
mundo, Jesús consideró imprescindible la oración en su vida. Incluso, la
Biblia dice que llegó a pasar toda una noche en oración. En esos
momentos encontraba mucha paz al estar en comunión con el Padre
celestial. Si él, un ejemplo vivo de lo que significa creer, sentía una
profunda necesidad de orar, ¡cuánto más nosotros debiéramos sentir una
enorme avidez de acercarnos a nuestro Padre celestial! En realidad, no
somos conscientes de la relevancia de la oración en nuestras vidas.
Hoy te invito a dedicar tiempo a la oración y abrir tu corazón a Dios como a un Amigo. Él mismo te enseñará a orar.
Tomado de: Lecturas devocionales para Adultos 2015
“Pero hay un Dios en los Cielos”
Por: Carlos Puyol Buil
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