Que Jesucristo sea nuestro modelo de oración, por eso debe insistirse en
la lectura de los Evangelios. Ahora bien, hay que orar siempre, sin desfallecer
(Luc 18,1). El problema con quienes se limitan a recitar palabras sin saber qué
están diciendo, es que no se entregan a Jesucristo, porque orar es aprender a
entregarse a El, por eso una oración bien hecha siempre provoca un descanso
inmenso en el orante. Pero que quede claro que repetir palabras al orar no está
mal en sí mismo, pues Jesús a veces oraba "repitiendo las mismas
palabras" (Mat. 26, 44; Marc .14, 39). Lo que está mal es no sentir lo que se
dice. ¿O es que te cansas de que un ser querido te diga "te quiero",
por ejemplo? Y ni qué decir que Nuestro Señor nos entregó el Padrenuestro como
modelo de oración, ¿te imaginas el poder que hay en recitar el Padrenuestro
sintiendo en Espíritu y Verdad cada una de las cosas que se dicen?
Hay muchos estilos de oración, pero en todos es preciso invocar la
presencia y la actividad del Espíritu Santo, pues nosotros no sabemos orar pero
El Espíritu Santo intercede por nosotros (Rm 8, 26).
Una propuesta acerca de cómo orar
1. Medita acerca de la forma en que oras
¿Te pasará lo de Felipe (lee Juan 14, 8-14)?
Piensa en tu fe (Hebreos 11, 1-6). Es muy posible que no estés orando
bien, porque de lo que se trata no es de repetir una y otra vez oraciones
aprendidas de memoria y recitarlas como un reproductor de cintas de audio.
Imagina que tienes a Nuestro Señor sentado frente a ti, y que le estás
hablando, ¿te parece correcto como lo haces? ¿te gustaría que te hablaran de la
misma manera, poco más o menos como un "loro" que no hace sino
repetir palabras?
Reflexiona por ejemplo sobre el contenido del Padrenuestro. ¿Te has dado
cuenta de que habla de perdonar a los enemigos? Ten claro que el perdón es una
enorme fuente de beneficios (lee por ejemplo Mateo 5, 21-26).
2. Busca el momento apropiado para orar.
Es cierto que la proclamación del amor de Dios siempre debe estar en
nuestra boca y que cualquier momento es bueno para orar, pero también lo es que
tienen que buscarse las condiciones apropiadas. Otra vez, imagina que tiene a
Jesús sentado en frente , y que le estás hablando. ¿Es el momento apropiado?
¿Tu posición corporal es respetuosa? ¿el sitio es adecuado?
Eso sí, BUSCA el momento, no dejes que el tiempo se te venga encima, ni
menos espera que Dios te llame como a Pablo (que fue derribado de su montura y
quedó ciego por tres días, ¿tendrá Dios que echarnos por tierra para que le
pongamos atención?). No lo olvides, El Altísimo siempre está ahí, esperándonos
con infinito amor e inagotable capacidad de corrección.
3. Cuando empieces a orar, ponte en presencia del altísimo invocando el
Espíritu Santo.
Lee Hechos 1, 1-8. Reflexiona acerca del papel del Espíritu Santo en tu vida, y quizás
encontrarás que no lo has aceptado como corresponde (1 Corintios 12, 4-11; 1
Jn, 4, 7-16).
¿Serías capaz de imitar a Bartimeo (Marcos 10, 46-52)? Tal vez llegue el
día en que lo imites, mas ahora mismo se consiente de que es el Espíritu Santo
quien nos permite vivir las enseñanzas de Jesucristo (Juan 14,26-27). Así que
no te pongas a brincar o pararte de cabeza, deja que el Espíritu actúe. Tú no
puedes ganarle en reconocer lo que es correcto y apropiado para nuestro
acercamiento a Dios
No olvides que estamos llamados a ser compasivos, bondadosos, humildes,
mansos y pacientes (Colosenses 3, 12), lo que implica que nuestra actitud al
colocarnos en presencia de Dios tiene que ser auténtica y permanente (Efesios
4, 30-32). Cuando se va a orar, uno pide que el Espíritu Santo penetre nuestro
espíritu y lo gane para que oremos adecuadamente
Ten presente que nos presentamos ante el Señor con todas nuestras
cargas, debilidades, temores, rencores, odios, etc.. Entrégate desde el
principio tal cual eres, y ponte a disposición del Señor para que obre por
medio del Espíritu Santo y te permita superar todos esos factores negativos (1
Corintios 2, 9-13). Pero di "aquí estoy a tus órdenes, Dios Mío" a
sabiendas de que quiere ser mejorado para la gloria de Dios (Judith 9, 5), no
para tu propio envanecimiento, pues un nuevo corazón solamente se recibe del
Altísimo (Ezequiel 36, 26-27; Isaías 53, 1-12). No olvides reflexionar acerca
de cuántas veces pudiste obrar el bien y no lo hiciste, pues en eso se incurre
en pecado (Sant. 4, 17).
Que tus palabras no sean inoficiosas, porque ellas desagradan a Dios
(Mateo 12, 33-37). No digas bobadas. Es Jesús quien te está oyendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario