COMO RAÍZ DE TIERRA SECA
Subirá... como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Isaías 53:2.
La gente de los días de Jesús no podía ver la gloria del Hijo de Dios bajo el disfraz de la humildad. Fue “despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto” (Isa. 53:3). Para ellos él era como una raíz arrancada de tierra seca, sin forma ni atractivo, para que lo descaran... Cristo alcanzaba a las personas donde estaban. Presentaba la verdad sencilla a su mente con el lenguaje más vigoroso y simple. Los pobres humildes, los menos educados podían comprender, por la fe en él, las verdades más elevadas de Dios. Nadie tenía que consultar a los eruditos doctores para entender su significado. No dejaba perplejos a los ignorantes con referencias misteriosas, ni empleaba palabras poco comunes e intelectuales que no conocían. El mayor Maestro que el mundo ha conocido era el más definido, simple y practico en sus instrucciones... En tanto que los sacerdotes y los rabinos se ufanaban de su capacidad para ensenar al pueblo y para enfrentar al Hijo de Dios en su exposición de la doctrina, este los acusaba de ignorar las Escrituras y el poder de Dios. No es la educación de las personas más destacadas del mundo lo que abre los misterios del plan de redención. Los sacerdotes y los rabinos habían estudiado las profecías, pero no habían podido descubrir las preciosas pruebas del advenimiento del Mesías, de la forma de su venida, de su misión y su carácter. Los que reclamaban ser dignos de confianza por causa de su sabiduría, no percibían que Cristo era el Príncipe de la vida.Los rabinos contemplaban con sospecha y desprecio todo lo que no llevaba la apariencia de la sabiduría humana, la exaltación nacional y la exclusión religiosa. Pero la misión de Jesús era oponerse a estos mismos males, corregir estas opiniones erróneas y obrar una reforma en la fe y la moral. Atrajo la atención hacia la pureza de la vida, la humildad de espíritu, y a la devoción a Dios y a su causa sin la esperanza de honor mundanal o su recompensa...
Se regocijaba en espíritu al contemplar a los pobres de este mundo que aceptaban ansiosamente el mensaje precioso que el traía. Alzaba la vista al cielo y decía: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños” (Mat. 11:25) -Review and Herald, 3 de agosto de 1911. Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos Desde el Corazón Por Elena G. de White
La gente de los días de Jesús no podía ver la gloria del Hijo de Dios bajo el disfraz de la humildad. Fue “despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto” (Isa. 53:3). Para ellos él era como una raíz arrancada de tierra seca, sin forma ni atractivo, para que lo descaran... Cristo alcanzaba a las personas donde estaban. Presentaba la verdad sencilla a su mente con el lenguaje más vigoroso y simple. Los pobres humildes, los menos educados podían comprender, por la fe en él, las verdades más elevadas de Dios. Nadie tenía que consultar a los eruditos doctores para entender su significado. No dejaba perplejos a los ignorantes con referencias misteriosas, ni empleaba palabras poco comunes e intelectuales que no conocían. El mayor Maestro que el mundo ha conocido era el más definido, simple y practico en sus instrucciones... En tanto que los sacerdotes y los rabinos se ufanaban de su capacidad para ensenar al pueblo y para enfrentar al Hijo de Dios en su exposición de la doctrina, este los acusaba de ignorar las Escrituras y el poder de Dios. No es la educación de las personas más destacadas del mundo lo que abre los misterios del plan de redención. Los sacerdotes y los rabinos habían estudiado las profecías, pero no habían podido descubrir las preciosas pruebas del advenimiento del Mesías, de la forma de su venida, de su misión y su carácter. Los que reclamaban ser dignos de confianza por causa de su sabiduría, no percibían que Cristo era el Príncipe de la vida.Los rabinos contemplaban con sospecha y desprecio todo lo que no llevaba la apariencia de la sabiduría humana, la exaltación nacional y la exclusión religiosa. Pero la misión de Jesús era oponerse a estos mismos males, corregir estas opiniones erróneas y obrar una reforma en la fe y la moral. Atrajo la atención hacia la pureza de la vida, la humildad de espíritu, y a la devoción a Dios y a su causa sin la esperanza de honor mundanal o su recompensa...
Se regocijaba en espíritu al contemplar a los pobres de este mundo que aceptaban ansiosamente el mensaje precioso que el traía. Alzaba la vista al cielo y decía: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños” (Mat. 11:25) -Review and Herald, 3 de agosto de 1911. Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos Desde el Corazón Por Elena G. de White
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