EL HOMBRE RICO
La heredad de un hombre rico había producido
mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde
guardar mis frutos? Lucas 12:16, 17.
Este hombre lo había
recibido todo de Dios. El sol había brillado sobre sus propiedades, porque sus
rayos caen sobre el justo y el injusto. Las lluvias del cielo descienden sobre
el malo y el bueno. El Señor había hecho que la vegetación prosperara, y los
campos produjeran abundantemente. El hombre rico estaba perplejo porque no sabía
qué hacer con sus productos. Se consideraba favorecido sobre otros, y él mismo
se tomaba el crédito por su sabiduría. Tenía grandes riquezas, y no se
reprochaba a sí mismo por los pecados de los que muchos eran culpables. No
había obtenido sus bienes a través del juego, ni al tomar ventaja del
infortunio de otro que le tocara pasar por un bochorno en las finanzas y se
viera obligado a vender sus bienes con pérdida, sino que había obtenido su
riqueza a través de la providencia de Dios, quien causó que sus tierras
rindieran abundantemente. Pero el hombre reveló su egoísmo y manifestó aquello
que antes no sospechaba que existiera en su carácter.
No pensó en Dios, el gran Dador de todas sus bendiciones. No consideró que
debía darle cuenta a Dios… Si hubiera amado y temido a Dios, habría ofrecido
acción de gracias y se hubiese postrado ante Dios para pedirle: “Muéstrame cómo
utilizar estos bienes”…
Cuántos hambrientos habrían sido alimentados, cuántos desnudos habrían sido
vestidos, cuántos corazones habrían sido alegrados, cuántas oraciones por
alimentos y ropas habrían sido contestadas. El Señor había oído las oraciones
de los necesitados, y en su bondad había hecho provisión para el pobre por
medio de las bendiciones conferidas al hombre rico. Pero el hombre que se había
enriquecido súbitamente cerró su corazón al clamor del necesitado, y en vez de
disponer de su sobreabundancia de bienes para suplir sus necesidades, dijo a
sus siervos: “Esto haré; derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y
allí juntaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos
bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate”…
Dios le contestó: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma” –Review and
Herald, 19 de junio de 1894; parcialmente en Palabras de vida del gran Maestro,
pp. 201, 202.
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