LA HIGUERA
ESTÉRIL (MEDITACIÓN MIÉRCOLES 03)
Tendrán apariencia de
piedad, pero negarán la eficacia de ella. 2Timoteo 3:5. (Leer Mateo 21:19-21).
El tratamiento de la higuera estéril de
parte del Salvador del mundo muestra cómo serán tratados todos los que
pretenden virtud… Este árbol representa a los judíos, quienes rehusaron
responder al amor de Cristo. A pesar de todos los privilegios y las
oportunidades conferidos, solo produjeron zarzas y espinas; ningún fruto para
la gloria de Dios. Este árbol enfermo era una parábola para la casa de Israel,
una lección sumamente impresionante. También es una lección para los seguidores
profesos de Cristo en todas las eras. Extendiéndose a través del tiempo, habla
en un lenguaje inequívoco a todos los formalistas y los proclamadores de piedad que se presentan ante
el mundo con una elevada profesión, pero están totalmente desprovistos de la
única piedad vital que Dios reconoce como un fruto… Como la higuera estéril,
muchos se pavonean de sus ramas cubiertas de follaje ante el Señor, proclamando
que son su pueblo observador de sus Mandamientos, mientras el Dios que conoce
el corazón los encuentra privados de fruto…Aprendemos del Registro Sagrado que
este árbol, del cual no colgaba siquiera un racimo de frutas que lo redimiera,
estaba revestido de verde follaje. Note las palabras: “Tendrán apariencia de
piedad, pero negarán la eficacia de ella”. La ruina de la higuera sin frutos
tiene una aplicación para los profesantes que manifiestan las tendencias
naturales del corazón no renovado, y contradicen su fe por su vida diaria. No
representan ante el mundo el carácter de Cristo, porque no tienen a Cristo en
ellos. Nuestro Salvador nunca le dio la espalda al penitente sincero, sin
importar cuán grande fuese su culpa. Pero detesta toda hipocresía y ostentación
vana… Para los que profesan fe pero no tienen fruto, su destino es ciertamente
triste; porque el pecador abierto se encuentra en una posición más favorable a
la vista de Dios. La desgracia de la maldición de Dios cae sobre un grupo tal
que esconde la deformidad de su vida bajo una profesión de piedad. Juan, aquel
reprobador atrevido e impávido del pecado, quien vino a preparar el camino para
el primer advenimiento de Cristo, se dirigía a la multitud que se reunía para
escucharlo con las palabras: “Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y
echado en el fuego” (S. Mateo 7:19) —Review and Herald, 11 de enero de 1881.
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